El término coprolalia refiere la tendencia del ser humano ha proferir indiscriminadamente malas palabras, obscenidades, necedades vulgares, y demás mierdas que le pasen por la cabeza (la jupa, se entiende). Proviene del griego (κόπρος, significa 'heces' y λαλία 'balbucear'), me queda la duda, ¿será que en tiempos de la antigüedad helena, dicha conducta se sedimentaba de manera tal que existía este término con toda su semántica y alcance práctico?; es probable que sí, es probable que a los majaderos que pasaban el día maldiciendo, renegando y blasfemando se les encasillara en esta tendencia.
Coprolalia, en tanto concepto moderno refiere la tendencia patológica a proferir, sin control alguno, todo un arsenal de vocabulario soez. Está catalogada como una patología, la cual escapa de cualquier tipo de límite voluntario, es algo espontáneo más bien. Y quienes lo padecen tienen problemas de índole moral, esto es, problemas con la disposición moral de suprimir o controlar el vocabulario, pues con independencia del contexto, personas o situaciones, mandan a la mierda, re-putean o se le cagan a cualquiera.
Hace unos días yo re-puteaba demasiado a raíz de unas situaciones con el diputado J. Orozco, (el cual es harto putiable) . El sujeto este se gana cualquier madriada, no por pandereta, sino por cerrado, zopenco, animalazo, cabrón misógino y homófobo, además de bruto y acaballado. Algunas personas vieron mi mensaje en facebook y se indignaron, algunos hasta me dijeron, con toda decencia, que me iban a bloquear, pues siempre estoy mandando a la mierda a alguien, siempre estoy recordándole su estupidez a alguien, siempre estoy denostando algún funcionario de gobierno o metiéndome con la iglesia y con la religión.
Bueno, yo me permito, sin ningún tipo de tabú, sin ningún tipo de traba o clausura ideológica, sin la más mínima cláusula de pudor y cordialidad, mandar al carajo aquello que es non grato, detestable o idiota.
En tiempos como estos, en una sociedad con décadas de domesticación voluntaria, con una institucionalidad como la que se desbarata poco a poco, con administradores estatales como los que ya todos sabemos; es preciso tomar una posición desde la cual ver y verse a uno mismo. y bueno, a mí me gusta mucho madriar, no lo voy a negar.
El insulto es un acto político, es una mínima moral. La disminución en la que estamos sumidos y que algunos llaman vida democrática conlleva una despotenciación fatal: la vida ciudadana solo nos deja la fiesta electoral cada cuatro años; de ahí en fuera, poco o nada se interpela el gobierno por la acción de algunos que no le creen. Estos últimos tienen derecho a cagársele, tienen derecho a protestar, a enmierdar su inconformidad, a manifestar simbólicamente su descontento y vocalizar su rabia. El poder es obsceno pero, paradójicamente, se escandaliza ante la resistencia simbólica, ante el arrebato, se indigna ante las palabras soeces.
La coprolalia es un acto político, es una postura ante la vida, es una resistencia, además es entretenido, dicho sea de paso. La coprolalia politizada involucra una lectura conyuntural del momento, y propone su arsenal léxico con miras a minar desde el lenguaje la mierda que viene institucionalizada.
MUF